Serie Blanca. La incursión en la Tercera Dimensión.

A lo largo de los últimos dos años, Jaime Sánchez siente una repentina atracción por el volumen. Surge ahora lo que será el proyecto Serie Blanca, un compendio de obras que incluye nuevas creaciones muy diferentes de lo hecho hasta el momento, junto a obras que conectan con algunos trabajos precedentes.

Inmerso en la investigación de la tercera dimensión, a través de materiales manejables como el foam o el estuco, Jaime descubre el impacto visual de unas piezas comenzadas a perfilar a finales del 2004 y que derivarán en las grandes esculturas-relieve expuestas el pasado año en la sala Caja Rioja.

Se trata de contundentes assemblages al estilo de las combine pantings de Rauschenberg, pero cuyo epicentro ideológico se aproxima no tanto al pop norteamericano como al arte europeo de los setenta y dentro de éste, a la filosofía povera antitecnológica de Mario Merz o a la conciencia social contenida en el nuevo realismo francés y más concretamente en las acumulaciones de Arman. Obviamente, salvando todas las distancias necesarias.

Dentro del proceso de producción de esta obra, el material encontrado /manipulado para transformarse en icono (zapatos, botes de pintura, cruces…), más tarde ensamblado y literalmente bañado en yeso blanco, se reafirma en su rotundidad física y tautológica al tiempo que evidencia una unicidad semántica de cada pieza en particular. A través de estos trozos de realidad con significación explícita y ordenación caótica, Jaime logra una sensación desconcertante, haciendo convivir conceptos antitéticos que una vez más confrontan lo terrenal y lo espiritual, lo vulgar y lo elevado, el objeto de uso y su trascendencia simbólica. El desorden de aquello que ha sido aparentemente abandonado o dejado al azar queda anulado por la luminosa uniformidad del blanco, con su mágico e inabarcable poder universal, en una suerte de espacialismo reinterpretado. Y en esa homogeneidad casi sublime que otorga la totalizadora armonía del blanco, el artista considera cada creación como un ente independiente, elaborado a través de procesos deconstructivos (deshacer para hacer) a base de pedazos de material de desecho.
Por otro lado, junto a esa estética del desperdicio, las connotaciones neoconstructivistas que se adivinan en la obra bidimensional (Botes y Planos, por ejemplo) constituyen un singular ejercicio crítico de revisionismo vanguardista alusivo, desde un punto de vista irónico, a la función “intelectual” de la pintura. Pinturas también en estuco sobre foam acompañadas de otros iconos asiduos en su repertorio, evocan la morada, el lugar habitable pero también, en cierto grado, privador de libertad, al que irremisiblemente nos sentimos sujetos… (Recinto I y II).

Uno de los trabajos clave de esta original serie es el gran “Tríptico Blanco”, un enorme collage de zapatos de todas las formas y tamaños, amontonados sobre madera y posteriormente estucados. Restablecer ese vínculo arte-vida que siempre ha perseguido nuestro artista supone a menudo arrojar sobre la obra un material residual renovado por connotaciones e ideas provocadoras. En este caso, las reflexiones o inquietudes de Jaime Sánchez girarían en torno al individuo como ser colectivo, y no precisamente en el sentido social, edificante del estado, que proponía Rousseau, sino en cuanto elemento conformador de una masa multiforme de identidades anónimas sumidas en el aniquilante magma del mundo. Acerca del “Tríptico Blanco”, el propio autor hacía referencia, en sentido metafórico, al desolador paisaje que queda tras la catástrofe de una avalancha humana, cuando el griterío de la gente se torna silencio atronador de cientos de almas desaparecidas. Acaso la misma sensación de muerte sepulcral que se respira en su instalación Egos, recuperada y reincluida en esta magnífica Serie Blanca, como un alienante cenotafio, como las miles de tumbas sin nombre que habitan la tierra, …

Toma de conciencia, posición crítica frente a la realidad, reflexión sobre la mística, la moral, la sociedad, el arte, la vida, el tiempo… Todo y nada podría estar presente en una obra, la de Jaime Sánchez, tan interesante cuanto escurridiza, tan desconcertante en su belleza contestataria cuanto extraordinariamente humana y, por lo tanto, imprevisible…


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